Tu mente quiere pensar que eres una persona ética, honesta y moral, así que, no cumplir con una fecha de entrega de tu trabajo u olvidar el cumpleaños de tu madre, la lleva a buscar una excusa que la alivie.
Este mecanismo es totalmente natural ya que nuestra naturaleza humana busca evitar el sufrimiento, miedo o dolor a como dé lugar; así tenga que engañarse a sí misma, pues es nuestro instinto de supervivencia, aquel que nos permitió sobrevivir a otras especies.
Este mecanismo de defensa busca protegernos aliviando el posible malestar de sentir que hemos fallado. Por ello, es común ver que la gente tiende a tomar el crédito cuando las cosas salen bien y a buscar “razones” cuando salen mal.
El problema es que uno se acostumbra a vivir en esta burbuja de autoprotección y sin querer se va volviendo un experto en generar excusas. Más aún, se va mejorando su capacidad para no ver los errores que cometió y en sobredimensionar las “fallas” de los demás.
Si crees que tú no has caído en este círculo vicioso, hazte las siguientes preguntas:
- ¿Alguna vez has dicho una mentirilla sobre una emergencia familiar para no ir a trabajar o como excusa por la cual no terminaste un trabajo a tiempo?
- ¿Cuántas veces te has excusado por llegar tarde diciendo que había mucho tráfico?
- ¿Has dicho que no entiendes, no sabes o no te han entrenado para no hacer un trabajo?
- ¿Las excusas que das suelen deberse a “factores fuera de tu control”?
Si bien las excusas son tentadoras porque te pueden sacar de apuros, pueden causarte daño en el largo plazo, como baja productividad, aumento de la ansiedad, procrastinación, entre otros.
Si quieres salir de hábito de dar excusas, ten en cuenta lo siguiente:
- Detecta las circunstancias en las que das excusas
El primer paso consiste en detectar aquellas situaciones que desencadenan en ti esta reacción. Será porque te pones tiempos muy apretados, metas poco realistas, por no preguntar cuando no sabes algo, no pedir ayuda cuando lo necesitas, problemas para concentrarte, desorden. Es clave que te tomes el tiempo para analizar cuándo, dónde, con quién y por qué tiendes a generar excusas.
- Lista las excusas que sueles dar
El segundo gran paso es que tomes nota de las típicas excusas que sueles utilizar. Al escribirlas ayudarás a tu cerebro a estar alerta cuando alguna de ellas aparezca. Con práctica, aprenderás a frenarlas y pensar dos veces antes dar otra de tus excusas.
- Ponte metas realistas
El tercer paso es evitar ponerte en las circunstancias que te llevan a poner excusas. Por ejemplo, si has detectado que sueles aceptar tiempos muy cortos para hacer una tarea, proponte negociar los tiempos desde un inicio. Si estás evitando a un colega porque te cuesta trabajar con él, es mejor que le digas cómo quisieras trabajar. Manejar tus expectativas es clave para estar en control de tu agenda y tu vida.
- Haz seguimiento a tu progreso
El cuarto paso es hacer el proceso sostenible. Anota tus avances. Por ejemplo, puedes llevar un registro de las veces que pusiste una excusa e ir viendo cómo estas disminuyen en el tiempo. Puedes analizar las tareas y ponerte tiempos holgados para asegurar que no te quedes corto de tiempo.
- No tengas miedo a fallar
El quinto paso y el más importante es cambiar tu enfoque sobre “fallar”. Piensa que fallan aquellas personas que se atreven a ir más allá, a salir del status quo, de cumplir, de crecer. Fallar es sinónimo de tratar de hacer algo mejor. A mí me ayudó mucho tomar consciencia de cómo yo misma percibía a las personas que fallaban. Aquellas que se disculpaban generaban confianza y los demás querían ayudarlas. Aquellas que ponían excusas generaban desconfianza y rechazo de los demás. ¿En qué grupo quieres estar tú?
Salir de una situación incómoda o proteger nuestro ego es muy tentador, sin embargo, en realidad nos expone más de lo que nos protege. No solamente porque nos genera el hábito de ponernos defensivos, sino que en realidad no engañamos a nadie pues la gente se da cuenta perfectamente así que quedas doblemente mal. Es como el avestruz, que cuando se asusta esconde la cabeza para protegerse dejando todo su cuerpo a merced del depredador.
Atrévete a asumir abiertamente tus errores, a pedir ayuda, a disculparte y culparte y verás cómo se abre un mundo de oportunidades frente a ti. Todos valoramos a aquellas personas que se sienten seguras de sí mismas, sin miedo a mostrarse, transparentes, directas. Está en tus manos ser una de ellas.
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Soy Iris Reyna, entrenadora de líderes
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